En el primer debate presidencial de EE. UU., la candidata demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump protagonizaron una intensa confrontación marcada por ataques personales y declaraciones falsas. Harris, actual vicepresidenta, destacó al confrontar duramente a Trump sobre temas como el aborto, la economía y la inmigración. Trump, por su parte, respondió con datos imprecisos y teorías conspirativas, como la afirmación de que los demócratas apoyan la “ejecución” de bebés nacidos, una acusación sin fundamento.
En el escenario del National Constitution Center en Filadelfia, Harris criticó el historial económico de Trump, quien dejó la presidencia con altos niveles de desempleo. Trump, visiblemente irritado, desvió las críticas hacia teorías no comprobadas y continuó atacando la gestión del gobierno demócrata, especialmente en temas de inmigración y política exterior. Harris, utilizando el 46% de su tiempo en atacar a su oponente, también subrayó los problemas legales que enfrenta Trump, incluidas condenas penales y casos civiles relacionados con agresión sexual, mientras que el expresidente negó todas las acusaciones.
A lo largo del debate, Trump recurrió a temas polémicos y acusaciones sin pruebas, incluyendo comentarios sobre la política migratoria y su supuesta implicación en el Proyecto 2025, algo que negó rotundamente.