David Emmanuel tiene 10 años y desde hace dos años vive en el Ejército de Salvación ya que es uno de los cientos de niños y niñas que sufren a diario la violencia intrafamiliar y la desintegración de sus familias, pero fue rescatado por esta organización que le da lo que tal vez nunca podría tener bajo el mismo régimen familiar: Un hogar, una familia, alimento, ropa y cariño.
Ahora duerme en su propia cama y consume sus tres alimentos, pero tiene otro deseo que espera se le cumpla pronto, que es ser bombero, o al menos ver a uno de estos rescatistas con su uniforme y equipo puesto, y admirarlo, porque dijo que más que Superman u otro personaje ficticio, un bombero es para él un superhéroe.
Su inocencia de niño se refleja no solo en su mirada sino en sus palabras al decir que en este lugar se le salvó de la pobreza y la miseria en que vivió durante sus primeros años de vida, “porque en mi casa era poquito feliz”, dijo, pero quizás con algunas carencias que obligaron a su mamá llevarlo a este refugio para que tenga un mejor nivel de vida.
David es menudito y tímido, pero muy expresivo pese a su corta edad y con una gran ilusión de que en esta Navidad haya un regalo que disfrutar, ya que en su casa falta el dinero y por consiguiente, los regalos en esta temporada.
Su ilusión es tan sencilla como él mismo. No desea para Navidad nada costoso ni aparatoso, solo quiere de regalo un carrito de control remoto para jugar en una pista eléctrica, ya que, en años anteriores, aunque le daban regalos, no eran lo que deseaba porque el dinero de su mamá no alcanzaba.
Pero al parecer no es todo lo que este niño desea para esta Navidad. También quiere una patineta, unos patines y algo de ropa nueva.
Él es uno de los 16 niños y niñas de diferentes edades que conviven dentro del albergue Ejército de Salvación, en donde se les atiende, ofrece alimento, ropa y apoyo médico y psicológico debido al trauma que sufrieron al provenir de hogares desintegrados y disfuncionales.
En este lugar convive y juega con todos los niños, y al menos por un tiempo olvida las carencias que tenía en su casa, pero extraña la escuela y a sus maestros, por lo que casi todo el tiempo lo dedica a jugar juegos propios de su edad, además de ayudar en algunas de las tareas de este lugar.
Pero esta Navidad serpa diferente para David, porque pese a que tendrá un regalo, no podrá salir a la calle en compañía de los demás niños, para cantar los villancicos tradicionales, ni podrá romper una piñata debido a la pandemia que los obligó a enclaustrase en este refugio, para evitar un contagio del COVID-19.