Los turistas de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos fueron sorprendidos en Barcelona por una protesta organizada por la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico, en la que algunos manifestantes los mojaron con pistolas de agua. Esta acción fue parte de una marcha en contra de la turistificación que afecta a la ciudad, que ha generado preocupación en el sector turístico, ya que el turismo representa el 15% del PIB de Barcelona.
Durante la protesta, los manifestantes también precintaron y empapelaron terrazas de hoteles y restaurantes llenos de turistas, gritando consignas como “¡Turistas váyanse a sus casas!”. El Gremio de Hoteles de Barcelona calificó estos actos de “inaceptables” y señaló que son provocados por un grupo limitado de ciudadanos que representa una opinión particular dentro de ciertos movimientos sociales que rechazan la presencia de visitantes en la ciudad.
La protesta ha generado críticas desde diversos sectores. Domènec Biosca, experto en turismo, advirtió que las imágenes de manifestantes apuntando con pistolas de agua a turistas pueden tener serias consecuencias. Desde el ámbito político, Daniel Sirera, presidente del grupo municipal del Partido Popular (PP), acusó al alcalde Jaume Collboni de fomentar el rechazo a los turistas y pidió una campaña para resaltar los beneficios del turismo. Gonzalo de Oro, presidente del grupo municipal de Vox, consideró “inadmisible” el ataque a los turistas y pidió sanciones severas para los movimientos que promuevan estas acciones.
Desde el Ayuntamiento, Laia Bonet, primera teniente de alcalde, condenó las acciones que van más allá de expresar opiniones y reconoció que la ciudad ha alcanzado su límite en cuanto a la capacidad de recibir turistas. Sin embargo, los organizadores de la protesta lamentaron que se ponga tanto énfasis en un incidente que consideran insignificante y destacaron el descontento provocado por el “monocultivo turístico”.
La turistificación, el proceso por el cual un lugar cambia al convertirse en objeto de consumo para los turistas, ha generado oposición tanto formal como informal en diversas ciudades del mundo. En Barcelona, este fenómeno ha llevado a un aumento de precios y a la modificación de la vida cotidiana de los residentes, quienes sienten que se les priva de sus actividades diarias para satisfacer las necesidades de los turistas.
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