La crisis de opioides en Estados Unidos, incluyendo el fentanilo, ha llevado a que jóvenes como Jackson Danzing, de 17 años, incluyan en sus mochilas, junto a sus libros y almuerzo, un antídoto que puede reanimar a víctimas de sobredosis: la naloxona, comercialmente conocida como Narcan. Este uso cada vez más común de la naloxona entre adolescentes se produce en un momento en el que las muertes por sobredosis en este grupo de edad se han disparado un 94% de 2019 a 2020, principalmente debido a la creciente disponibilidad de fentanilo sintético producido ilegalmente.
La naloxona ha sido vista como una herramienta de seguridad en las escuelas, donde las sobredosis han ocurrido y, en algunos casos, han resultado en tragedias. Por ejemplo, en Arlington, cerca de Washington D.C., la policía intervino en siete sobredosis en escuelas públicas el año pasado, con un estudiante fallecido. Además, las estadísticas nacionales muestran un aumento significativo en las muertes relacionadas con sobredosis en todo el país.
Sin embargo, la creciente disponibilidad de la naloxona también ha generado controversia, ya que algunos padres creen que este fármaco trivializa o justifica el consumo de drogas duras. A nivel nacional, las políticas sobre opioides varían, desde reducir penas por consumo de drogas hasta endurecer leyes antidroga en diferentes estados.
A pesar de la controversia, la naloxona ha ganado apoyo en todo el espectro político y se considera una herramienta importante en términos de salud pública para prevenir muertes por sobredosis. Sin embargo, se reconoce que aumentar el acceso al Narcan es solo una parte de la solución, y se necesita un enfoque más amplio que incluya fondos públicos para la salud mental de los jóvenes y la prevención de adicciones.