A pesar de contar con un excedente de 3.3 millones de viviendas en Estados Unidos, los precios no han disminuido, lo que señala una crisis de asequibilidad en lugar de una escasez de propiedades. Este hallazgo proviene de un estudio publicado en la revista Housing Policy Debate por Alex Schwartz y Kirk McClure, que analizó el crecimiento del parque de viviendas desde el año 2000 hasta 2020.
El estudio sugiere que la percepción de falta de viviendas es incorrecta. Durante el auge inmobiliario de 2000 a 2007, se construyeron más viviendas de las necesarias, y aún en 2024, el mercado está absorbiendo ese exceso. Sin embargo, este superávit no se traduce en accesibilidad económica para los compradores.
La verdadera crisis radica en la falta de viviendas asequibles para familias de ingresos bajos y muy bajos. El análisis de 381 áreas metropolitanas y 526 ciudades pequeñas reveló un déficit promedio de aproximadamente 7,700 unidades asequibles para los hogares más pobres, aquellos con ingresos menores a 22,000 dólares anuales. Para estas familias, el alquiler asequible sería de 550 dólares mensuales, una cifra inalcanzable para los desarrolladores privados.
Los autores del estudio proponen incrementar los vales de elección de vivienda que otorga el gobierno, los cuales subsidian los pagos de alquiler, como una solución más económica que construir nuevas viviendas profundamente subsidiadas. Además, abogan por una mayor diversidad de tipos de vivienda, como unidades más pequeñas y de mayor densidad, para ofrecer una gama más amplia de opciones.
La construcción de nuevas viviendas también puede ayudar a reducir los precios a largo plazo. Un estudio del Furman Center de la Universidad de Nueva York demostró que aumentar la oferta de viviendas puede reducir los alquileres. En Auckland, Nueva Zelanda, por ejemplo, la rezonificación para permitir una construcción más densa incrementó la oferta de viviendas en un 4%, resultando en una caída del 26% al 33% en los alquileres de apartamentos de tres habitaciones.