En Casa Misericordia cientos de niños transitan al lado de sus madres que sufrieron, al igual que ellos, la violencia doméstica.
Thelma Arámbula es coordinadora de servicios a niños y adolescentes en la institución que provee atención y cuidados desde hace 25 años por la Hermana Rosemary Welsh.
“Cada caso es diferente, pero se les advierte el temor cuando arriban al refugio porque están llegando a un sitio desconocido”, dijo Arámbula.
“Ellos expresan que no entienden que es un refugio o con qué personas estarán conviviendo”.
Se les trasmite la confianza y cariño porque son fundamentales para que su tranquilidad se asiente.
“Les decimos que están en un sitio seguro. Ellos tienen miedo porque están huyendo de algo peligroso en su hogar”, explica Arámbula.
“Ellos tienen preguntas y lo significante es ampliarles la información sobre Casa Misericordia y cada persona que en ella trabaja en sus diferentes misiones”.
Muchas veces las parejas que se envuelven en la violencia doméstica no evalúan que sus hijos se están dando cuenta del entorno violento que ocurre en su hogar.
Independientemente de que no están presentes en el momento de las agresiones, ellos se están dando cuenta, aunque estén en una habitación contigua o salgan de casa, saben que ocurren eventos de agresiones.
“Ellos están escuchando y si están dormidos despiertan y se aterrorizan al ver los eventos”, dijo Arámbula.
“Entre gritos y golpes los casos son diferentes, pero unos más que otros al final es violencia”.
Los niños son capaces de seguir adelante, independientemente del drama que enfrentaron, pero retoman su papel de niños para dedicarse a jugar y ver la tranquilidad con la que su mamá se encuentra en el refugio.