En un momento de creciente tensión bilateral, el presidente chino Xi Jinping sostuvo una llamada telefónica con Donald Trump, según informó la agencia estatal Xinhua. El contacto, solicitado por Trump, ocurrió en medio de acusaciones cruzadas entre Washington y Beijing sobre el cumplimiento del acuerdo comercial firmado el mes pasado en Suiza, el cual establecía una tregua de 90 días para aliviar los aranceles bilaterales. Aunque la Casa Blanca no ofreció comentarios, la llamada sugiere un intento de distensión en un clima marcado por la desconfianza.
El trasfondo del diálogo es complejo. Las tensiones escalaron luego de que China suspendiera en abril la exportación de minerales e imanes críticos, fundamentales para la industria automotriz, tecnológica y militar de EE.UU. Trump, por su parte, ha impuesto nuevas restricciones a la venta de software de diseño de chips a China, acusándola de violar el acuerdo comercial, lo que Beijing ha negado rotundamente. En respuesta, Pekín ha amenazado con represalias, complicando aún más la delicada tregua.
Además del tema comercial, persisten otros conflictos estructurales que dificultan la relación: el tráfico de fentanilo, la situación de Taiwán y el modelo económico estatal chino son puntos de fricción permanentes. Aunque las bolsas han reaccionado positivamente al acuerdo de tregua, los analistas advierten que se trata de una medida temporal que no resuelve los desacuerdos de fondo. Trump ha demostrado un patrón errático en sus decisiones económicas, lanzando amenazas que luego retira, lo que ha sembrado incertidumbre entre líderes globales e inversionistas.
El último contacto conocido entre ambos mandatarios había ocurrido hace tiempo. Ahora, mientras se acercan fechas clave para el comercio global, como la temporada navideña, los mercados siguen atentos a los efectos que una ruptura definitiva en la relación comercial podría tener sobre las cadenas de suministro y los litigios pendientes en tribunales estadounidenses relacionados con los aranceles. La llamada, aunque significativa, no garantiza avances concretos y solo subraya la fragilidad del entendimiento actual entre las dos potencias.