Hace justo un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó el Covid-19 como pandemia, preocupada por los «niveles alarmantes de propagación». Después de meses de caos y esfuerzos, el mundo se ha organizado para plantarle cara, pero la respuesta es desigual según las regiones.
Hasta hoy, el coronavirus ha matado a por lo menos 2 millones 613 mil 983 personas en todo el mundo y se diagnosticaron más de 117 millones 688 mil 732 casos de infección.
Estados Unidos, el país más afectado con más de medio millón de muertos, acelera la vacunación y adoptó el miércoles un plan de estímulo económico de 1.9 billones de dólares, una «victoria histórica» para el presidente Joe Biden y una bocanada de aire fresco que insufla optimismo.
El número diario de muertos ha caído a mil 600 en promedio durante la semana pasada, contra los 2 mil de las anteriores.
La situación es mucho menos favorable en Brasil que, por el contrario, parece hundirse en la crisis. El miércoles el país batió una vez más el récord de muertos en 24 horas (2 mil 286).
«Estamos en el peor momento de la pandemia en Brasil, la tasa de contagio con las variantes hace que la epidemia sea aún más grave. El año 2021 seguirá siendo muy duro», declaró a la AFP Margareth Dalcolmo, neumóloga e investigadora en Fiocruz, instituto de salud pública de referencia.
«La situación en Brasil es muy preocupante. Esto nos recuerda que las zonas ya muy afectadas por el virus siguen siendo muy vulnerables a nuevas infecciones», abundó la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne.
La vacunación comenzó tarde en este país inmenso que ya ha contabilizado 270 mil 656 muertos. Además, el presidente Jair Bolsonaro resta importancia a la pandemia y se opone a cerrar los comercios para, según dice, preservar el empleo.
Brasil y México concentran dos tercios de los decesos en América Latina y el Caribe, que suma en su conjunto 703 mil 922 muertos y 22 millones 260 mil 740 casos, según el último recuento de la AFP.
En un año, la pandemia también ha «hecho retroceder» casi todos los indicadores que miden el desarrollo de niños y adolescentes en el mundo, advierte Unicef.