El Real Madrid ha confirmado que disputará la final de la Copa del Rey ante el Barcelona en La Cartuja, pese a una jornada marcada por la tensión, el desconcierto y un fuerte cruce con el estamento arbitral. A través de un comunicado oficial, el club aseguró que “nunca se planteó renunciar” a jugar, aunque fuentes cercanas al equipo admiten que esa opción estuvo sobre la mesa debido al profundo malestar generado por las declaraciones de los árbitros designados para el encuentro.
La Federación Española de Fútbol y el Comité Técnico de Árbitros (CTA) fueron blanco de duras críticas por parte de la entidad blanca, que consideró inadmisibles las palabras de los colegiados, a quienes acusó de mostrar animadversión y hostilidad hacia el club.
Las fricciones comenzaron horas antes, cuando el Madrid decidió boicotear los actos oficiales previos al encuentro: ni Carlo Ancelotti ni Luka Modric comparecieron ante los medios, y el equipo no se entrenó en el césped del estadio, una postura que reafirmó su enojo con la organización.
Todo esto se desencadenó tras una rueda de prensa en la que los árbitros Ricardo de Burgos Bengoetxea y Pablo González Fuertes aludieron al acoso mediático, especialmente por parte de Realmadrid TV, y anticiparon medidas que “harán historia”, insinuando incluso una posible huelga.
El club merengue exigió que los responsables de la Federación tomaran medidas ante lo que consideró una falta de profesionalismo y una amenaza directa a la imparcialidad del partido. En su comunicado, insistió en que los valores del fútbol deben prevalecer por encima de cualquier polémica y que el respeto a los aficionados que ya están en Sevilla también pesó en su decisión. Más de 30.000 seguidores madridistas ya se encuentran en la ciudad andaluza y el club no quiso defraudarlos.