Cuando se trata de reencontrarse con la familia, no existe distancia alguna que impide alcanzar la meta y ver de nuevo al ser querido, como así sería el caso de la familia Preifin, quien viajó casi siete mil kilómetros para alcanzar esa satisfacción.
“Fueron muchos días de viaje, pero ya vamos de regreso a nuestras tierras de origen”, espeta Leonel, uno de los hijos de don Rafael que asegura los amarres del lado opuesto de una modesta camioneta Chevrolet modelo 2010.
Con casi las tres terceras partes de los siete mil kilómetros aproximados que hay de distancia entre el estado de Guerrero y Atlanta, Georgia en Estados Unidos, el cansancio parece atrapar a la familia que con apuros acomoda el equipaje tras la revisión en la Aduana.
“A la distancia se pierde el miedo, cuando se tiene el corazón bien puesto”, dice. Estacionada la camioneta en uno de los cajones del Centro de Importación Temporal de Vehículos (Citev), aseguran que su vieja hacia Georgia y ahora de regreso al estado de Guerrero, parecer ser tranquila y sin contratiempo alguno.
“Ya tenía ganas de ver a la familia. Son siete años sin verlos y pues me apura estar con ellos”, dice don Rafael al tiempo que continúa con su labor de sólo asegurar que estén bien hechos los amarres de la cajuela.
Es clara la desconfianza hacia quien los aborda, sobre todo por la problemática de inseguridad que priva en el país, sin embargo, parece empujarlos el buen momento de emoción y se aprestan a responder sólo lo que consideran elemental.
Su llegada al Citev de Nuevo Laredo, desde hace aproximadamente cuatro horas, parece no tener queja y si muy claro el apuro de continuar el viaje a su natal Guerrero, lo que dan en llamar “el último tirón”.