José Inés Figueroa Vitela
Hay quienes apuran por tiempos políticos, por variados motivos, pero no hay cosa alguna que altere el calendario natural.
Los infiernitos detonados desde dentro y fuera del círculo del poder actuante tienen la misma intención, más bien asociada al dicho aquel que reza “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Aunque bien se dice, cada elección es distinta, en el fondo, los procesos sucesorios han tenido catalizadores idénticos desde tiempos inmemoriales, caracterizados por la condición humana.
Siempre, invariablemente siempre, quien ejerce el poder ha buscado heredarlo a alguien en quien pueda verse continuado, que cuide y proteja su legado… y su persona, cuando se haya marchado.
E igualmente, asumido el poder, quien llega ha desconocido al que se fue, bajo la premisa, también de incalculado origen, de que “el poder no se comparte”. Simple condición humana.
A esa premisa no se puede remitir el último proceso sucesorio nacional, por algunas razones entre las que destacará la extraordinaria existencia de un auténtico liderazgo, que transmitió un movimiento, no su persona y que no ha dado el menor signo de intromisión transexenal, hacia un relevo de luces propias.
Hecha la aclaración, volvemos a las inmundicias extemporáneas, de temporada. Aunque el abanico de posibilidades está visible, con altibajos que dan paso a encartes y descartes en el imaginario colectivo, en cada uno de los estratos de la perspectiva electoral, todo lo que no se da de manera natural, resulta proscrito.
En Pocas Palabras, quienes andan forzando escenarios, alentando golpeteos, provocando reyertas, para poner o quitar, aventajar o menguar, en el pecado llevan la penitencia; se automarginan del proceso.
Claro, va a llegar un momento en que se evaluarán perfiles o definirán las promociones, para los encargos que estarán en juego en las urnas en el 2 mil 27 y por supuesto, la del 2 mil 28, más no antes ni después.
Vecinos de Güémez, no sobrarán las encomiendas de su Filósofo, cuando dice que “siempre, primero es el uno y después del dos… y el 21 ya pasó, emparedado por la pandemia”.
O lo que es lo mismo, no habrá definiciones sobre la sucesión gubernamental, antes de que se consume la elección de los 43 ayuntamientos y los 22 distritos uninominales, con sus respectivos cabildos y suplencias.
Los polvos de aquellos lodos que se mueven al ritmo de la entraña del exgobernador prófugo, cíclicamente han gastado pólvora con el diputado federal CARLOS ENRIQUE de Laredo y su hermana alcaldesa; con el Rector DÁMASO ANAYA y su sobrino AMÉRICO VILLARREAL SANTIAGO; con la Senadora OLGA SOSA RUIZ, la Secretaria SILVIA CASAS y la ahora Presidenta Electa del Supremo, TANIA CONTRERAS LÓPEZ.
En algún momento, sus cuentas les han dado para deducir que “por ahí va la cosa”, con un dinamismo impresionante.
En lo que se entretienen las disminuidas minorías opositoras y en qué se gasta, el ex de triste memoria, el producto de sus hurtos, es algo que al respetable le viene importando poco, si no se tratase de recuperar al menos el apartado presupuestal sustraído, equiparable al monto de los billetes ensangrentados reunidos. Pero esa también es una tercera historia.
Aquí y ahora, cuando “los opinadores” tenemos algo de qué hablar, escribir, observar, la lente se pone más bien sobre los de dentro, embarcados en la igualmente vieja práctica de pretender que terceras personas, pueden mover tiempos e incidir en el destino de las decisiones.
Habrá quien a contentillo propio y de los suyos se escandalice, olvidando que desde antes de existir como tal, México ya era movido por una estructura centralista y vertical, para condenar las praxis políticas contemporáneas que no le beneficien.
Las candidaturas de 27 y el 28 para Tamaulipas, han de resolverse entre dos personas: El Gobernador AMÉRICO VILLARREAL ANAYA y la Presidenta de la República, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, en un consenso bien informado.
Los elementos a considerar sí pueden animarnos a jugar el juego de las cartas, de los encartes y los descartes, en la conciencia plena de que siempre seguirán siendo especulaciones.
Las condiciones humanas en general son conocidas, pero algunas resultan inexpugnables, sin que dejen de ser chocantes. Veremos y diremos.