El economista libertario Javier Milei, de 53 años, asumió la presidencia de Argentina con la promesa de aplicar un tratamiento de shock para combatir la aguda crisis económica del país. En un discurso dirigido a la ciudadanía, distante de la política tradicional a la que despectivamente se refiere como «la casta», Milei plantea medidas radicales que incluyen recortes en el gasto público, reducción del Estado y la liberalización, en contraposición a años de subsidios y déficit fiscal.
En medio de la investidura, diversos mandatarios latinoamericanos y europeos, incluyendo al rey de España, Felipe VI, acompañan el inicio del mandato de Milei, quien hereda una economía marcada por una inflación anual superior al 140% y una tasa de pobreza que excede el 40%.
Si bien su partido, La Libertad Avanza, constituye la tercera minoría en el Congreso, Milei se enfrenta al desafío de conciliar y buscar apoyo para sus reformas entre otras fuerzas políticas. Esta situación genera incertidumbre sobre su capacidad para implementar su programa político de manera íntegra, aunque sus seguidores confían en su capacidad para generar cambios significativos.
El presidente enfrenta la urgente tarea de estabilizar la economía, con la posibilidad de considerar una devaluación del peso y otras medidas de austeridad. La dolarización, una de sus propuestas centrales, permanece en suspenso mientras se esperan los primeros resultados de su plan económico.
A pesar del entusiasmo de algunos partidarios, existen preocupaciones y críticas, especialmente en torno a la posibilidad de un escenario inflacionario más acentuado. La asistencia social para los más necesitados será mantenida, aseguró Milei, intentando equilibrar su enfoque económico radical con la protección social.
El desafío es palpable y el futuro de Argentina se torna incierto en un período que se anuncia como clave para la gestión de Milei y su controvertida agenda económica.