El Río Bravo atraviesa uno de sus niveles más bajos de los últimos años en la zona de Nuevo Laredo, generando preocupación entre autoridades, especialistas y ciudadanos.
La ausencia prolongada de lluvias ha impedido que los principales embalses de la región recuperen su capacidad, lo que impacta directamente en el caudal del afluente fronterizo.
Actualmente, es común observar isletas que antes permanecían cubiertas por el agua. Incluso, la escala métrica ubicada en los pilares del Puente Internacional ha comenzado a registrar niveles por debajo de los mínimos históricos.
Gustavo Pantoja Villarreal, presidente del Centro Internacional de Estudios del Río Bravo (CIER), confirmó que el descenso del río es significativo y está directamente relacionado con la escasez de precipitaciones en la región.
Aunque descartó que el río vaya a secarse completamente — como ocurrió años atrás cuando el agua no alcanzó la desembocadura en Matamoros—, sí alertó sobre la urgencia de tomar medidas preventivas.
“El río no se va a secar, pero sí podríamos enfrentar niveles bajos de manera permanente si no se presentan lluvias suficientes. El semáforo del agua en Nuevo Laredo continúa en rojo, por lo que es crucial hacer un uso racional del recurso”, señaló Pantoja.
El CIER hizo un llamado a la ciudadanía para que adopte una cultura de conservación del agua y subrayó la importancia de explorar fuentes alternas de abastecimiento, como pozos subterráneos, ante la posibilidad de que la situación se prolongue.
Finalmente, se reiteró que la solución no depende únicamente de fenómenos naturales, sino también de la responsabilidad colectiva para preservar un recurso vital que, de no cuidarse, podría escasear en el corto plazo.