Elon Musk anunció oficialmente su salida del gobierno de Donald Trump, donde se desempeñaba como líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), un órgano creado durante el segundo mandato del presidente para reducir el gasto público.
Aunque no ocupaba un cargo de gabinete, Musk actuaba como «empleado especial del gobierno» y tuvo un papel destacado al impulsar despidos masivos en agencias federales, así como la cancelación de más de mil contratos gubernamentales.
Sin embargo, estos recortes no generaron los ahorros esperados, lo que provocó críticas internas. Su creciente influencia dentro de la administración generó fricciones con altos funcionarios, que cuestionaban su falta de coordinación con los secretarios de gabinete.
Ante la tensión, Trump limitó su función a un rol estrictamente asesor. El distanciamiento entre ambos se agravó cuando Musk criticó el plan fiscal conocido como “Big Beautiful Bill”, que proponía recortes de impuestos junto con un aumento en el gasto en defensa.
Musk señaló que esa combinación incrementaría el déficit y contradecía los principios de eficiencia que él promovía. Finalmente, el empresario anunció su renuncia a través de su red X, agradeciendo la oportunidad, pero marcando el fin de su participación directa en el gobierno.
Su salida refleja las dificultades de integrar figuras del sector privado en estructuras políticas tradicionales, especialmente cuando existen diferencias profundas en los enfoques de gobernanza.