Con la muerte del Papa Francisco a los 88 años, ocurrida el lunes 21 de abril en el Vaticano, no solo se cierra una etapa de profundo cambio espiritual y pastoral en la Iglesia Católica, sino también una transformación geopolítica que se verá reflejada en el próximo cónclave. Bajo su pontificado, el Colegio Cardenalicio —responsable de elegir a su sucesor— se volvió más diverso, más internacional y menos centrado en Europa, lo que plantea un escenario inédito para la elección del próximo líder de la Iglesia.
Actualmente, el Colegio Cardenalicio está compuesto por 254 cardenales, de los cuales 140 tienen menos de 80 años y, por lo tanto, tienen derecho a voto. Este número convierte al próximo cónclave en el más grande de la historia en cuanto a participantes con capacidad de sufragio. Francisco, cuyo nombre real era Jorge Mario Bergoglio, nombró a 21 nuevos cardenales durante su pontificado, consolidando su apuesta por una Iglesia más representativa de las distintas realidades globales, especialmente de Asia, África y América Latina.
Aunque los italianos siguen siendo el grupo más numeroso entre los posibles electores, su proporción ha disminuido considerablemente. En el cónclave que eligió a Francisco en 2013, había 28 cardenales italianos de un total de 115; hoy serían 18 entre 141. Europa, en general, ha reducido su peso en favor de otros continentes: Asia representa ahora el 18% de los electores, y África también ha crecido, con 18 cardenales votantes. América Latina, aunque aún por detrás, cuenta con al menos 24 electores, un número que refleja la influencia del primer papa latinoamericano en la historia.
Una de las claves de esta transformación es que el 80% de los cardenales electores fueron nombrados por Francisco, lo que sugiere que el próximo papa podría compartir, al menos en parte, la visión reformista del pontífice argentino. Sin embargo, expertos recuerdan que estos cardenales no necesariamente piensan de manera homogénea, y que la elección estará marcada por el diálogo, la estrategia y el consenso. El cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio a sus 91 años, y su vice, el argentino Leonardo Sandri, de 81, aunque no podrán votar por su edad, han sido figuras claves en el proceso de transición. De hecho, Re ha sido señalado como una voz influyente en los preparativos previos al cónclave, según el medio argentino Perfil.
Además, se reconoce que el verdadero cabildeo ocurre en los días previos al cónclave, cuando los cardenales intercambian impresiones y visiones sobre el futuro de la Iglesia. En este contexto, la huella de Francisco podría ser determinante, tanto por la composición del Colegio como por el legado doctrinal y pastoral que deja. Medios como El Político y Perfil coinciden en que las decisiones tomadas por Francisco en la última etapa de su pontificado influirán significativamente en la orientación futura del catolicismo global.
De este modo, el próximo cónclave no solo elegirá a un nuevo papa, sino que definirá el rumbo de una Iglesia que, gracias al impulso de Francisco, ya no es exclusivamente europea ni responde a una única lógica de poder. Su legado más profundo podría no estar únicamente en sus gestos o sus palabras, sino en la arquitectura humana y geográfica que diseñó dentro del Vaticano: una Iglesia más plural, más global y potencialmente más incluyente.