En el corazón de Madhya Pradesh, India, tres aldeas remotas han ganado una inquietante notoriedad por entrenar a menores en actividades delictivas. Estas aldeas, Kadiya, Gulkhedi y Hulkhedi, se han convertido en verdaderas «escuelas del crimen», donde los niños, algunos tan jóvenes como de 12 años, son formados para convertirse en ladrones expertos y pandilleros, en un ciclo de criminalidad que parece no tener fin.
Las familias, muchas de ellas de escasos recursos, pagan entre 200 mil y 300 mil rupias (equivalente a entre 2 mil 385 y 3 mil 580 dólares) para inscribir a sus hijos en estos programas de «formación». Los niños son entrenados en habilidades como el robo de carteras, la evasión de la policía, y el manejo de situaciones bajo presión. Una vez completado el entrenamiento, los padres reciben una parte de las ganancias generadas por los robos cometidos por sus hijos, perpetuando así un ciclo de crimen y pobreza.
La policía local enfrenta grandes desafíos al intentar intervenir en estas comunidades, donde los delincuentes operan casi con total impunidad. Estas aldeas han sido apodadas «guarderías del crimen» debido al entrenamiento especializado que se imparte a los menores. En un ambiente de secretismo y desconfianza, los residentes reaccionan con hostilidad ante la presencia de extraños, dificultando aún más la labor de las fuerzas del orden.
Los menores entrenados en estas aldeas se han convertido en piezas clave en robos de alto perfil en toda India. Un ejemplo reciente ocurrió durante una lujosa boda en Jaipur, donde un joven ladrón robó un bolso con joyas valoradas en 1.5 millones de rupias. La rápida investigación permitió a la policía rastrear al menor y capturar a toda la pandilla involucrada, pero estos incidentes son solo la punta del iceberg en una problemática mucho más profunda.
Con más de 8 mil casos registrados en contra de personas provenientes de estas aldeas, la cooperación entre las fuerzas policiales de diferentes estados ha sido crucial para combatir este fenómeno. Sin embargo, la lucha continúa, ya que estas «escuelas del crimen» siguen formando a la próxima generación de delincuentes en un ciclo que parece difícil de romper.