Llegar a los 40 años no solo implica alcanzar una madurez personal o profesional; también marca un punto de quiebre para el cuerpo y la mente. “A esta edad, el estrés deja de sentirse como un cansancio que se disipa con descanso y comienza a transformarse en una carga acumulada que el organismo ya no puede ignorar”, advierte la doctora Shoshana Berenzon, reconocida psiquiatra e investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM).
La especialista explica que entre los 40 y los 50 años se vive una etapa crucial en términos de salud mental y física. Los síntomas de estrés crónico se intensifican y, lejos de ser pasajeros, se consolidan en formas más complejas y silenciosas: trastornos del sueño, hipertensión, gastritis, fatiga persistente, pérdida de la motivación, ansiedad o incluso depresión.
“A esta edad ya no se trata solo de aguantar. El cuerpo empieza a enviar señales claras de que no puede seguir operando bajo el mismo ritmo sin consecuencias. El estrés de años acumulados empieza a reflejarse en la salud cardiovascular, metabólica y emocional”, explica Berenzon.
El problema, señala, es que muchas personas intentan seguir funcionando como si nada ocurriera. Se aferran a rutinas extenuantes, asumen responsabilidades excesivas y minimizan los síntomas. “Culturalmente se nos enseña a resistir, a no quejarnos, a seguir adelante. Pero llega un momento, normalmente en la década de los 40, en que el cuerpo dice basta”, puntualiza.
La doctora Berenzon subraya la importancia de prestar atención a estas señales. No se trata solo de fatiga o irritabilidad ocasional, sino de una advertencia sistémica. Recomienda realizar chequeos médicos regulares, pero también buscar espacios para la reflexión personal, establecer límites laborales y acudir a terapia si se experimentan cambios emocionales persistentes.
“No es debilidad reconocer que algo no está bien. Al contrario, es una muestra de salud mental. Muchas enfermedades que aparecen después de los 50 pudieron haberse prevenido si a los 40 hubiéramos escuchado a nuestro cuerpo y nuestra mente”, agrega.
Finalmente, la especialista llama a replantear la forma en que entendemos el estrés y el autocuidado: “El estrés no es solo una consecuencia del ritmo de vida; también es una llamada de atención. Y a los 40, esa llamada se vuelve demasiado fuerte como para seguirla ignorando”.