Este martes, los cardenales comenzaron a instalarse en la residencia de Santa Marta y otros espacios del Vaticano para participar en el cónclave que elegirá al nuevo papa, tras la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. Desde este miércoles, cuando inicie oficialmente el proceso, los 133 cardenales electores —todos menores de 80 años— permanecerán totalmente incomunicados: sin teléfonos, internet ni acceso a medios.
La Capilla Sixtina, bajo el fresco del Juicio Final de Miguel Ángel, será nuevamente el escenario donde se decidirá el futuro del catolicismo. El arzobispo de Argel, Jean-Paul Vesco, comentó que hay al menos cinco o seis perfiles con posibilidad real de ser elegidos, aunque subrayó que “ninguno aplasta a los demás”. Esta será la elección papal más internacional de la historia, con representantes de 70 países, lo que podría prolongar el proceso más allá de los dos días que tomó en 2005 y 2013.
Mientras tanto, en la Plaza de San Pedro, miles de fieles esperarán ansiosos la esperada fumata blanca. El personal que asistirá a los cardenales durante el cónclave ha jurado mantener en secreto todo lo que ocurra, bajo amenaza de excomunión. Además de definir al nuevo líder espiritual de los 1,400 millones de católicos en el mundo, los purpurados han abordado temas delicados como la unidad de la Iglesia, los escándalos de abusos, las finanzas vaticanas y el papel del pontífice ante las crisis internacionales.
En su última reunión preparatoria, emitieron un llamado conjunto por la paz en Ucrania, Medio Oriente y otras regiones en conflicto. Francisco, en su lecho de muerte, también había instado a terminar con las guerras. La elección del sucesor del papa argentino reformista marcará el rumbo espiritual y político de la Iglesia en una era cada vez más dividida y digitalizada.
