El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha consolidado un poder absoluto en el país centroamericano después de obtener el 85% de los votos en la elección presidencial y asegurar el 97% de los escaños en el Congreso salvadoreño. Aunque el Tribunal Supremo Electoral aún no ha oficializado los resultados, Bukele se autoproclamó reelecto, anunciando una victoria arrolladora con un récord histórico.
Con 1.98 millones de votos, incluyendo los del exterior, de un total de 2.3 millones de sufragios válidos, Bukele ha alcanzado el 85.2%, según el escrutinio del 70% de las actas. Además, ha asegurado 58 de los 60 escaños del Congreso, logrando una súper mayoría calificada. Esta victoria le otorga un poder sin precedentes, sin oposición ni contrapesos.
La comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos, China, México, Ecuador y otros países latinoamericanos, ha felicitado a Bukele por su victoria. Sin embargo, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, ha recordado la importancia de los derechos humanos, expresando que Estados Unidos seguirá dando prioridad a este aspecto.
Bukele, conocido por su política de «puño de hierro» contra las pandillas, ha gobernado bajo un estado de excepción durante dos años, resultando en detenciones masivas sin orden judicial y críticas de organismos de derechos humanos. La mayoría calificada que obtendrá en el Congreso podría respaldar las medidas drásticas adoptadas durante este período.
Aunque Bukele celebra su victoria como un hito democrático, algunos expertos advierten que su control absoluto del poder podría llevar a la eliminación de los espacios democráticos y la concentración excesiva de poder en manos del presidente. La oposición, fragmentada y sin una estrategia unificada, no logró dimensionar el momento histórico, permitiendo a Bukele consolidar un poder total.