El anime japonés ha evolucionado de ser un nicho cultural a un fenómeno global que genera más ingresos que sectores tradicionales como el acero. Su crecimiento se debe a una combinación de su estilo artístico único, narrativas complejas y una accesibilidad global gracias a las plataformas de streaming. En 2023, el mercado internacional de anime alcanzó los 1.5 billones de yenes, consolidando su relevancia económica, mientras que la industria japonesa creció un 198% en menos de diez años.
Este auge ha transformado al anime en una fuente importante de ingresos para Japón, representando un sector de 4.7 billones de yenes anuales, comparable a industrias como semiconductores y acero. Japón, a través de la estrategia Cool Japan, busca expandir su influencia global mediante la exportación de su cultura, no solo a través del anime, sino también en áreas como la gastronomía y el turismo. Se estima que para 2033, esta estrategia generará 50 billones de yenes.
A pesar de este éxito, la industria enfrenta desafíos significativos, como la escasez de animadores cualificados y las precarias condiciones laborales de los creadores. El salario medio de un animador japonés es considerablemente bajo, lo que dificulta la retención de talento. Además, la introducción de la inteligencia artificial (IA) en la producción de anime genera tanto expectativas como preocupaciones, ya que puede alterar la calidad y autenticidad de las obras.
El anime, sin embargo, continúa creciendo y adaptándose a nuevas tecnologías, consolidándose no solo como un producto cultural, sino como un motor económico global. La expansión internacional es clara, con más del 60% del contenido consumido fuera de Japón, y países como Estados Unidos, Europa y América Latina mostrando un crecimiento sostenido. El anime se ha convertido en un puente cultural, con Japón usando esta herramienta en su diplomacia internacional, fortaleciendo su imagen en el mundo.