La niña de rancho, criada en el México conservador de finales del siglo XIX, recién había dejado la adolescencia cuando se unió a la Revolución Mexicana.
En la lucha armada alcanzó el rango de coronel, sobreponiéndose a todos los prejuicios de una época en la que un “macho” no debía dar muestras de no serlo.
Y más importante para su persona, en los campos de batalla forjó su nueva identidad, una que mostró al mundo durante el resto de su vida.
“Encontramos a una persona para la que la Revolución va a ser su pretexto, su camino, su tránsito, para convertirte en lo que quería ser”, dice la historiadora Noemí Juárez a BBC Mundo.
“Es un momento en el que los roles, las buenas costumbres, los espacios, todo se diluye para que ella pueda ser lo que quería ser”.
Aquella joven adolescente pasó a ser Amelio Robles Ávila, uno de los primeros casos documentados de una persona transgénero que hay en México.
La joven Amelia Robles
Aquel coronel de la Revolución nació como Amelia Malaquías Robles Ávila en el seno de una familia acomodada del estado de Guerrero, en el sur de México, el 3 de noviembre de 1889.
En las montañas de Xochipala, su vida era el campo, sin muchas ventanas al mundo.
“Al crecer ella en este ambiente, tenía un buen manejo de las armas y dominio del caballo. Habilidades con las que después va destacar en el proceso revolucionario”, explica Juárez.
Las posibilidades de su familia le dieron una educación muy religiosa en un colegio para señoritas, las Hijas de María Inmaculada de la Medalla Milagrosa.
“Ahí es donde ya tenía algunas muestras de rebeldía. Seguía mucho a una compañera, trataba como de mantener una relación con ella”, explica la historiadora.
El estallido revolucionario
Los grupos opositores al gobierno del general Porfirio Díaz, encabezados por Francisco I. Madero, se alzaron en armas el 20 de noviembre de 1910, dando inicio a la Revolución Mexicana.
La “bola”, como se les decía a las multitudes que reclutaban guerrilleros en ciudades y pueblos, pasó por Xochipala y como a otros muchos jóvenes, llamó la atención de Amelia Robles.
Aquel grupo armado era el naciente Ejército Libertador del Sur, encabezado por Emiliano Zapata, uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana que luchaba por la justicia agraria a través del Plan de Ayala.
La causa no era lo principal en la mente de la joven Amelia Robles.
Años después confesó que se unió a “la bola” por “mera locura de muchacho”.
“O sea, dije bueno, yo no sabía qué era el Plan de Ayala, yo no sabía qué es lo que estaba pasando. Pero vino la bola y me fui con la bola”, dijo en una entrevista con el diario El Universal en 1927.
Su idea era la de “ser completamente libre“.
Juárez dice que suele pasar desapercibido cómo eventos como la Revolución Mexicana trastocan la vida cotidiana en muchos sentidos.
“A ella en cierto momento le beneficia. De repente, sabe que tiene un mundo fuera, en el que puede involucrarse en el manejo de las armas, del caballo e interactuar con otros grupos”, explica.
Masculinizarse para sobrevivir
En la historia de la Revolución Mexicana se suele presentar la participación de las mujeres en el rol de las “soldaderas” o “adelitas”, las encargadas de las labores de apoyo de las tropas.
Sin embargo, también tuvieron un rol armado en el que muchas veces tuvieron que adoptar la apariencia de hombre para salir adelante. Incluso algunas tuvieron que cambiar sus nombres.
“En efecto, hubo muchas mujeres que se incorporaron a las filas como soldados. Pero hay una cosa que tuvieron que hacer y fue masculinizarse. En este sentido Amelio no fue el único, tenemos otros ejemplos”, explica Juárez.
Petra Herrera fue el revolucionario Pedro Herrera, Ángela Jiménez pasó a ser en el combate Ángel Jiménez. Solo algunas, como la coronela Rosa Bobadilla, mantuvieron su apariencia y nombre.
¿Por qué lo hacían?
“Muchas veces para defenderse de la violencia sexual. Si ahorita, en un contexto en la que se supone estamos viviendo un momento pacífico, la violencia hacia las mujeres es una problemática diaria, imagínate en un contexto de guerra”, señala la historiadora.
“Ellas adoptaban una identidad también para poder tener mando de tropa, algo que siendo mujeres, pues muchas veces hubiera sido imposible”.
Al concluir su participación en la Revolución, personajes como Petra Herrera y Ángela Jiménez volvieron a sus localidades a seguir su vida como mujeres.
Pero el caso de Amelia Robles fue diferente.
La batalla de Amelio
Al entrar a la lucha armada, las habilidades de Amelia Robles se hicieron notar, principalmente al planear y ejecutar emboscadas contra el Ejército Federal en las montañas del sur de México.
Participó en la toma de Chilpancingo que llevó a la caída del presidente golpista Victoriano Huerta.
E incluso, en un combate, logró robarle el caballo a un general del Ejército Federal, lo que mostró no solo su gran habilidad para dirigir asaltos, sino también su destreza individual.
“Hay algunos testimonios que dicen que entra a la Revolución con sus enaguas o vestido rojo, con sus trenzas. Pero va a ser en este proceso de la Revolución en el que empieza a cambiar esta identidad de Amelio ‘el güero’ Robles”, dice Juárez.
Pronto pasó de teniente a mayor y luego a coronel. Tuvo a su cargo grupos de hasta 1.000 hombres.
Es en este punto donde se origina un gran debate entorno a la figura del coronel Amelio Robles que hasta nuestros días es motivo de discusiones sobre identidad de género, el avance de derechos de la comunidad LGBT y el feminismo.
¿A quién reivindica Amelio Robles?
La decisión de Amelio Robles de vivir su identidad de género plenamente durante la Revolución Mexicana fue liberador para su persona: se convirtió en el hombre que quería ser desde su infancia.
Pero al hacerlo, adoptó el sistema de valores -machistas, principalmente- que dominaba la época.
“Amelio, al ser coronel transgénero, está exponiendo los valores de los hombres del momento. Se podría pensar que en el zapatismo fueron muy abiertos al aceptar a este coronel, pero la homosexualidad era muy mal vista”, explica Juárez.
“La aceptación de Amelio se da porque al fin y al cabo ella representa los valores del revolucionario, de masculinidad, del hombre fuerte, valiente, macho. Del macho revolucionario, orgulloso”, añade.
Por el contrario, hubo otros revolucionarios que llegaron a altos rangos, como Manuel Palafox en el ejército de Zapata, cuya homosexualidad fue rechazada y denostada.
“A él sí empezaron a cerrarse las puertas, porque la homosexualidad era el equivalente a ser afeminado. Y eso era el símbolo de debilidad”, advierte la historiadora.
La figura de Amelio Robles genera múltiples preguntas: ¿fue una persona que reivindicó el papel de la mujer en la Revolución Mexicana, eligiendo ser hombre y adoptando el sistema predominante? ¿O reivindicó a las personas transgénero y sus aspiraciones? ¿O simplemente reforzó el machismo?
Es un debate abierto en la actualidad.
“La homosexualidad es mal vista, pero este coronel transgénero -que al fin y al cabo representa lo masculino y con estatus de poder- pues es lo que sí acepta en ese momento”, dice Juárez.
Lo que la historia muestra es que Amelio Robles sirvió a la Revolución Mexicana y esta se sirvió de ella, para seguir el resto de su vida por el camino que buscaba aquella joven ranchera de Xochipala.
“Y creo que eso es lo importante. Toma la revolución para este tránsito de cambio en su vida. Es lo que quería ser”, considera Juárez.
“Se vuelve libre al mantenerse así hasta su muerte”.