Un nuevo revés impactó los planes interplanetarios de SpaceX luego de que la unidad 36 del cohete Starship explotara la noche del miércoles 18 de junio durante una prueba estática en las instalaciones de Boca Chica, Texas. La explosión ocurrió a las 23:01 horas locales y generó una enorme columna de fuego visible a kilómetros, aunque sin dejar heridos. Elon Musk, fundador de la compañía, minimizó el hecho con un “solo un rasguño” publicado en su red X, pero admitió que los datos iniciales apuntan a una falla en un recipiente de presión de nitrógeno, elemento clave del sistema de carga útil.
El megacohete, de 123 metros de altura y capacidad para transportar más de 150 toneladas, permanece anclado durante estas pruebas, diseñadas para simular condiciones previas a un lanzamiento real. SpaceX destacó que investigará a fondo el incidente, el cual, de confirmarse como falla en los COPV (recipientes de presión compuesta), podría obligar a revisar varios de sus sistemas, incluso en otros cohetes como el Falcon Heavy. La situación recuerda al siniestro de 2016 en Cabo Cañaveral, cuando una falla similar destruyó un Falcon 9.
Esta no es la primera vez que Starship enfrenta contratiempos. En lo que va del año, dos unidades anteriores también fallaron durante vuelos experimentales. A pesar de ello, la NASA mantiene su apoyo a SpaceX, contratándola para desarrollar el módulo de alunizaje del programa Artemis, aunque este tipo de fallas podrían retrasar la misión prevista para 2027.
El accidente ocurre además en un contexto tenso para Elon Musk, quien ha intensificado sus enfrentamientos con el gobierno federal tras distanciarse del expresidente Donald Trump. Paralelamente, enfrenta investigaciones por parte de la FTC y el Departamento de Justicia, lo que podría influir en futuras alianzas gubernamentales. Mientras tanto, Starbase, el centro de operaciones de SpaceX, continúa evaluando los daños y asegura que el programa no se detendrá. Sin embargo, el camino a Marte, una vez más, queda en suspenso.