El nuevo presidente de Corea del Sur, Lee Jae-myung, asumió el cargo en un contexto de inestabilidad política, tras la destitución del anterior mandatario y la imposición fugaz de la ley marcial.
Su victoria en las elecciones anticipadas lo llevó a asumir funciones de inmediato, sin el periodo de transición habitual. En su discurso inaugural, Lee denunció el auge del proteccionismo comercial internacional, señalando especialmente los aranceles impuestos por Estados Unidos a productos surcoreanos como el acero y el aluminio, los cuales consideró una amenaza directa para la economía nacional.
El nuevo líder de centroizquierda, de 61 años, subrayó que los cambios en las cadenas de suministro globales y las políticas proteccionistas representan un reto existencial para su país. Además, Lee propuso retomar el diálogo con Corea del Norte, afirmando que la paz, por costosa que sea, siempre será preferible al conflicto armado. Su mensaje fue una clara señal de distensión en medio de las relaciones congeladas entre Seúl y Pyongyang.
Lee también prometió una estrategia de cooperación que busque una convivencia pacífica y una prosperidad compartida en la península coreana. Con esta postura, se perfila como un mandatario que priorizará tanto la diplomacia regional como la defensa de los intereses económicos surcoreanos frente a potencias extranjeras. Su llegada al poder marca un giro significativo en la política surcoreana, con una agenda que mezcla apertura diplomática con una firme defensa del desarrollo económico.