El conflicto entre Israel y Hezbolá se agravó tras una serie de bombardeos simultáneos que han incrementado la tensión en la región. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, advirtió que Israel aún no ha dicho su “última palabra” en la respuesta militar contra el grupo chiita libanés Hezbolá. Estos ataques fueron lanzados para frustrar un plan de gran escala de Hezbolá, según Netanyahu, quien destacó que hace tres semanas Israel eliminó al comandante en jefe de este grupo.
Hezbolá, por su parte, lanzó un ataque masivo contra Israel en represalia por la muerte de uno de sus comandantes en un bombardeo israelí sobre Beirut el 30 de julio. A pesar de las afirmaciones israelíes de haber destruido miles de lanzacohetes y drones, el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, desmintió estas declaraciones, afirmando que solo “unas decenas” de lanzacohetes fueron afectados.
Mientras tanto, Estados Unidos declaró que no participó en los ataques preventivos de Israel, limitando su apoyo a inteligencia y vigilancia. En paralelo, el brazo armado de Hamás disparó un cohete hacia Tel Aviv, que cayó en una zona deshabitada, según el ejército israelí. Las negociaciones para un cese al fuego, llevadas a cabo en El Cairo, Egipto, parecen estancadas, lo que añade más incertidumbre a la situación.