A pesar de una estabilización en el número de personas subalimentadas en el mundo en 2022 después de siete años de aumento, el informe de la ONU revela que la cifra sigue siendo mayor que antes de la pandemia de COVID-19.
Unas 735 millones de personas, equivalente al 9.2% de la población mundial, sufrieron de hambre crónica en 2022.
Si bien la tendencia al alza se frenó el año pasado debido a la recuperación económica de muchos países después de la pandemia, los conflictos y la presión sobre los precios de los alimentos y la energía en Ucrania obstaculizaron los avances.
América Latina registró avances en la lucha contra el hambre, excepto en la región del Caribe, donde la situación empeoró. Sin embargo, la subalimentación crónica aumentó en Asia occidental y África.
La ONU advierte que, si no se intensifican los esfuerzos, cerca de 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030.
Los principales factores de inseguridad alimentaria, como los conflictos, la contracción económica y las catástrofes climáticas, se han convertido en una “nueva normalidad”.
La falta de inversiones y voluntad política para implementar soluciones a gran escala son obstáculos para combatir el hambre a nivel global.
La pandemia prolongada y el aumento de los precios de los alimentos han empeorado el acceso a una alimentación adecuada y una dieta equilibrada para millones de personas en todo el mundo.
La ONU subraya la urgencia de tomar medidas para proteger a los más vulnerables y abordar el desafío que representa la inseguridad alimentaria.
A pesar de los esfuerzos realizados, el objetivo de eliminar el hambre en 2030 continúa estando fuera del alcance, y se requiere un compromiso global y soluciones localizadas para cambiar esta situación.