Israel ha decidido cerrar sus fronteras por completo a los extranjeros durante dos semanas ante la amenaza de la expansión ómicron, la nueva variante de la COVID-19. La medida entrará en vigor esta medianoche a la espera del desarrollo de la nueva variante.
Así, Israel se convierte en el primer país en echar el cerrojo para «mantener Israel protegido del exterior y abierto a nivel interno», según explicó el primer ministro, Naftali Benet, que también indicó que pese a «no ser un paso fácil» es algo «necesario y temporal».
«Necesitaremos una supervisión muy cercana de las fronteras del estado y proceder con precaución y con un mínimo de riesgos», ha destacado en Twitter Bennet, que también ha señalado que Israel está «en un espacio de incertidumbre».
Israel busca a 800 personas que podrían haber estado expuestas
De momento, el país ha confirmado un caso de ómicron en una mujer israelí que regresó de Malawi la semana pasada, y hay otros doce casos sospechosos que también volvieron de África a la espera de confirmar si están infectados con la nueva cepa. Además, los servicios sanitarios del país están tratando de localizar a 800 personas que podrían haber estado en contacto con la nueva variante.
Las nuevas restricciones obligarán también a los israelíes que vuelvan del exterior a aislarse tres días si están vacunados y una semana si no lo están. En ambos casos necesitarán un PCR negativo para salir de su cuarentena. Los extranjeros que, bajo casos excepcionales, puedan acceder a Israel, deberán hacer aislamiento en hoteles controlados por el Estado.
Además, se retoma la vigilancia a los ciudadanos que tienen que hacer cuarentena mediante el rastreo de sus teléfonos móviles, una tarea que desempeñan los servicios de inteligencia del país. También se reduce de 100 a 50 el número de personas que se pueden reunir en actos públicos.